Como primera
aproximación al concepto que entendemos por el Estado, podemos decir que, de
manera breve, se puede concretar al Estado como la forma histórica de
organización política o como la sociedad política que se encuentra organizada
por excelencia. Es por ello, que para
algunos de los sectores de la ciencia política, el Estado y el conjunto de la
comunidad política, organizada, lleva a unas ideas equivalentes y que todas
estas organizaciones políticas tienen una serie de elementos comunes como es el
territorio, su la población, un sistema de poderes, las correspondientes ideologías
y un sistema de normas.
Históricamente,
estos elementos comunes conforman, individualmente, la estructura concreta, que
no es el por qué característico que acabará por diferenciar
unas de otras, sino que radicará, su diferencia, en como se hayan
estructurados. Esto es, el
Estado está configurado por una situación en el espacio y en el tiempo, con una
estructura singular que se va a ir consolidando a partir de una sociedad
europea occidental, dada
entre los siglos XIII y XIV, como transición del feudalismo al capitalismo, concluyendo
en un proceso que llega hasta el siglo XX. De la multiplicidad de
poderes políticos, que se dan durante el feudalismo, a la progresiva unificación
del poder político, que conduce, durante una larga transición, al capitalismo. Las
monarquías absolutas, constituyeron la fase inicial del proceso de la
organización de una manera estable, con la creación de este nuevo modelo de
ente político, llamado Estado.
Se define como una organización social que pasa por un proceso complejo
con dos resultados que lo caracterizan; como es el deterioro y la progresiva
desaparición del anterior modelo territorial y los cambios de ser del sistema político,
que entró en una profunda crisis. Y por otro lado la aparición del nuevo modelo
de Estado, consecuencia que engendra de
las primeras estructuras pre-estatales.
El Estado, es una de las
formas de organización política que a lo largo de la historia se ha presentado como eje de la
convivencia y el entendiendo entre las personas, formando u organizándose
políticamente en cada una de las formas en que se han configurado en el poder
político.
Este poder político, es lo que en muchas ocasiones, resulta
difícil de distinguir de la política, de otras formas de poder y, desde sus
orígenes griegos, se han dado múltiples definiciones en el intento de buscar
criterios que lo diferenciaran de otros poderes sociales, referirlo a la
actividad de gobierno en una comunidad, como gobierno del Estado.
El gobierno, o bien, gobernar, encarna mandar, también significa guiar o
dirigir, persiguiendo la acción de regular las acciones de sus ciudadanos en
materias sociales; evitando los conflictos sociales, y los posibles efectos destructores
y disgregadores de un conflicto, en base a unas políticas.
Y la política, se asigna
con el término que los griegos distinguían por aquello que pertenecía a la “polis” y lo político significaba lo
opuesto a lo particular, personal o privado, y se refería a lo común a lo que a
todos concernía, y se identificó con un característico tipo de ejecución del
poder, el gobierno de la polis.
(Aristóteles).
Volviendo al tema que nos atañe, debemos profundizando más sobre estas
ideas, debemos hacer reseña histórica, para vislumbrar esta aparición, que se
debe a una cierta distorsión de la composición de la Edad Media que por el propio
desarrollo de los hechos que acontecieron, en la época, crea la necesidad de una
estructura de sociedad que se encuentra fragmentada en pequeños territorios, lo
que se hace inviable con el territorio y la población que se va incrementando,
producido por las alianzas matrimoniales, uniones entre lideres, anexiones del
territorio o militarmente. Esto lleva a la necesidad del cambio del anterior
modelo que era personalizado y directo, y se persigue una transformación
pausada y calmada que acaba por destruir
el modelo estructural político medieval. Crenado un modelo nuevo dónde brotan
los primeros monarcas consecuencia de estos primitivos conatos de Estados.
Los elementos característicos del ente
Estado, y que tras sucesivas etapas se irán produciendo, supondrá la
unificación política y territorial de amplios espacios geográficos, así como la
centralización del poder y de las organizaciones, de forma permanente en las
actividades políticas, que se materializan en la burocracia, en un presupuesto
y en el ejercito. Seguidamente de un
proceso teórico en base a la
construcción de la idea de Estado que justifique la del poder político
soberano, como las doctrinas que tratan de soberanía. Todo esto en un proceso de progresiva justificación del poder
político formulado a través de la unificación del Derecho. Así nace la política
del Estado Absoluto, que representa un notable avance como institución del
sistema político como una organización de poder, que ya no será un poder de
hecho, sino que se racionalizará por quien debe ejercerlo mediante las
doctrinas de soberanía, mediante un por qué, de qué forma y cómo.
Provoca que emerjan una conformación ligada
a una solución dada de los problemas que aparecieron con el crecimiento
territorial y poblacional, causado además, por las transformaciones
económico-sociales que se producían, por estas ampliaciones, como los excedentes productivos de materias
primas alimenticias (como cereales o frutas) o minerales (como hierro o cobre),
dejando atrás la economía de subsistencia, en las que sólo producían los que se
necesitaba, y que se daba con
anterioridad.
Llevando esto a la esfera de la vida
colectiva que se había creado, se piensa en otro tipo de defensa del territorio
que ahora conforma el nuevo Estado, evolucionando la organización militar que
es requerida por las dimensiones, tanto territorial como de ciudadanía que se
debe proteger, que abarca y se puede alcanzar.
Este origen del Estado, está ampliamente relacionado a las
transformaciones históricas que se darán, que hacen necesario una restructuración
de las plataformas organizativas. Y es, ésta necesidad de aunar y organizarse,
la que legitima la instauración de la noción de Soberanía.
Pero veamos la Soberanía como una idea
genérica que se nutre del poder político concentrado en unos nuevos sujetos
políticos, que conocemos como los primeros monarcas, que para conllevar la organización
de un Estado necesita de las burocracias y el funcionariado.
Hay que situarse en 1576 cuando Jean Bodin
publica “Los seis libros de la República” como base fundamental que analiza y
describe el poder como organización política compleja, y el poder soberano que
alienta las fuerzas de éste. Sobre las doctrinas que hablan de la soberanía,
estas vienen a justificar y a legitimar, la situación del poder absoluto.
Aunque en un principio, fue desarrollado por el italiano Nicolás Maquiavelo, el
término de soberanía en sentido actual, proviene de Bodin, que va a acuñarlo
como “el poder absoluto y perpetuo de una
República”. Es una singularidad del
poder del Estado caracterizado por ser un ente superior, en el interior de un
territorio y hacia unos ciudadanos, así como en el exterior, frente a otros
Estados soberanos, como independiente, inalienable, imprescriptible e
indivisible.
Estas cualidades de la soberanía requieren,
para su realización como Estado, que se configure como titular de esta
soberanía, como una única unidad y que, por consiguiente, requiera de esa
unidad en los ámbitos donde se recree el poder absoluto. Además, necesita de un
territorio único, con una población sobre la que proyecte el poder en el
interno, y de ahí su independencia. Pero el poder del que hablamos, para su
mantenimiento como poder absoluto sobre un territorio y una población, no puede
ser arbitrario, por lo que precisa de una justificación, que resulta ser su
articulación e integración dentro de un orden jurídico. Así pues, la soberanía va
a significar aquel poder de legislar, ejecutar y juzgar sin el consentimiento
de los súbditos en los confines de este territorio. En su libro, Bodin dice:
“La
soberanía es el poder absoluto y perpetuo de la República (...). La soberanía
no es limitada, ni en poder, ni en responsabilidad, ni en tiempo (...). es
necesario que quienes son soberanos no estén de ningún modo sometidos al
imperio de otro y puedan dar ley a los súbditos y anular o enmendar las leyes
inútiles (...). Dado que, después de Dios, nada hay mayor sobre la tierra que
los príncipes soberanos, instituidos por Él como sus lugartenientes para mandar
a los demás hombres, es preciso prestar atención a su condición para, así,
respetar y reverenciar su majestad con la sumisión debida, y pensar y hablar de
ellos dignamente, ya que quien menosprecia a su príncipe soberano menosprecia a
Dios, del cual es su imagen sobre la tierra.”
Analizando estos fragmentos de la obra de
Bodin, que sugiere una perspectiva de Soberanía más clara y ya no tan
abstracta, presenta la idea de un dirigente que sólo rendirá cuentas a Dios,
pues es le da un poder bastante contúndete para poder estriar leyes, dándoles
ese poder divino que le va a rodear de su pueblo, que le adorará casi como al mismo
Dios, pues el príncipe lo “encarna.” Le otorga un poder ilimitado al nuevo
poder soberano.
En otros aspectos podemos ver el contraste
entre Soberanía, como la sustancia que le otorga su esencia al Estado, y las
formas de gobierno, como expresiones particulares de organización de la
Soberanía como una unidad. Se habla de la Soberanía que se dirige a sus
miembros, internamente, y que posteriormente también se dirigirá hacia otros
Estados, hacia ese exterior de manera independiente.
Pero comparando a Jean Bodin con otro autor
que también pretende dar explicación sobre esta Soberanía en su Leviatán, como
es Thomas Hobbes, podemos vislumbrar más allá de la anterior teoría.
Es
en 1651 cunado se publica esta obra, que anuncia que la Soberanía como la legitimación
de los miembros de la comunidad, los habitantes, a los que pertenece y ya no al
Príncipe. Aquí la consideración del Estado, como persona
jurídica, no puede destruir del proceso histórico que se ha construido al
Estado como el ente y ordenamiento jurídico-político, de las doctrinas sobre la
soberanía o acerca de las teorías que hablan sobre la unidad y supremacía del
Estado, junto con la teoría del Estado de Derecho. (Hobbes)
“Qué es el acto de instituir un Estado. Dícese que un Estado ha sido
instituido cuando una multitud de hombres convienen y pactan, cada uno con cada
uno, que a un cierto hombre o asamblea de hombres se le otorgará, por mayoría,
el derecho de representar a la persona de todos (es decir, de ser su
representante).Cada uno de ellos, tanto los que han votado en pro como los que
han votado en contra, debe autorizar todas las acciones y juicios de ese hombre
o asamblea de hombres, lo mismo que si fueran suyos propios, al objeto de vivir
apaciblemente entre sí y ser protegidos contra otros hombres. Las consecuencias
de esa institución. De esta institución de un Estado derivan todos los derechos
y facultades de aquel o de aquellos a quienes se confiere el poder soberano por
el consentimiento del pueblo reunido.(…) los derechos que constituyen la
esencia de la soberanía, y son los signos por los cuales un hombre puede
discernir en qué hombres o asamblea de hombres está situada y reside el poder
soberano. Son estos derechos, ciertamente, incomunicables e inseparables.”
Desprende el derecho de
usar el poder según su criterio de cada individuo, pues el poder soberano es
tan grande como puedan imaginar los hombres, ya que carece de límite, pero
podrá renunciar a esa libertad y ese poder
para cederlos a un ente político que regenta el Estado. Es decir, ese
derecho se transforma mediante la formula del pacto, que conforma la nueva
forma soberana. La unidad de la multitud de los individuos para la consecución
de un fin común, como nueva autoridad soberana que persigue la seguridad, la
defensa común y la paz entre sus habitantes y que ellos se comprometen a acatar.
Siguiendo en la línea
histórica, es tras la Revolución Francesa cuando la Soberanía se transforma
radicalmente, ya que hará el traspaso de poder al pueblo, los ya ciudadanos sentirán
ese cambio profundo del modelo de Estado Liberal, el de la Soberanía Popular.
Aquí se pacta ceder su Soberanía, la de cada ciudadano, a un ente (como puede
ser el Parlamento o la Asamblea Popular). Y aparece otra peculiaridad de la
soberanía, su proyección al exterior.
La Soberanía interna
funciona entre la equidad de los derechos de los ciudadanos; mientras que la
que se forja hacia el exterior, ha provocado la expansión colonial o los
grandes conflictos bélicos, aunque también experiencias positivas que más tarde
entraran en crisis. Sólo después de la Segunda Guerra Mundial se vio la
necesidad de crear nuevos organismos
supranacionales que conduzcan a la supervivencia de los Estados y de sus
ciudadanos, con unas características de intereses globales.
Se entiende como concepto actual, que se
tiene acerca de soberanía de un Estado, como el poder supremo en el orden
interno e independiente hacia el exterior. Consentido de una potestad sobre las
decisiones últimas y efectivas que se manifiestan como el poder supremo
interno, que dota al Estado de un orden jurídico-político y lo consolida
mediante constituciones que se vinculan a la idea de soberanía a la del poder
constituyente. Es, como poder supremo externo, el que participa en igualdad de
condiciones jurídica, en un orden Internacional, frente a otros Estados, y por
ellos se vincula a la representación de carácter internacional, ya sean
acuerdos internacionales, Tratados internacionales, hacer la guerra o firmar la
paz.
Dentro de los sistemas democráticos, se
puede identificar al pueblo, y a la nación, como los titulares de la soberanía.
Es una fuente de legitimación de todo el sistema soberano, que implica un
sufragio (universal), entre otras formas de participación y pluralismo, que van a vincular a los
poderes del estado con la ciudadanía y su voluntad.
Según la Constitución Española de 1978, se
transmite el concepto de soberanía en el Estado liberal democrático, señalando
como sujeto de la soberanía al pueblo o nación, y formula la doctrina y la
realidad de la división de poderes.
Art. 1.2 “La soberanía
nacional reside en el pueblo español del que emanan los poderes del Estado” (Constitución Española de 1978).
Pero ese poder constituyente, del
que hablábamos, se sitúa mucho antes de 1978, (en España se produjo por primera
vez en 1812) en un contexto histórico-político, de finales del siglo XVIII, con
dos primeros promotores, como son el de Estados Unido de América y el francés.
Referente al proceso norteamericano, este proceso constituyente, se produce con
la Constitución Federal de 1787, lo que supone la aceptación del pacto entre el
pueblo bajo una norma con la que todos estaban sometidos. Con la consecuencia
de la creación del Estados Federal. Dos años después, en Francia aparece un
Estado estructurado de una manera sólida, que lo configurara según las nuevas
filosofías políticas que abarcan el moderno concepto de Nación. Entendiendo la
Nación como la función jurídico-política de representación colectiva, en el que
el poder constituyente es la Nación que, constituye el Estado con el que se
identifica, mediante una Constitución.
Esta situación nos lleva a
nuestros días, de un mundo de la globalización, que ha puesto en duda el orden
Estatal, ya sea en su declive interno o externo. La globalización es la crisis de la soberanía, que cuestiona
la idea de un orden internacional. Como es el caso de los Estados que conforman
la Unión Europea que fueron cediendo soberanía para poder conformarla. Pero hoy
aparecen amenazas al Estados, como la crisis en la Unión Europea o la aparición
de Estados emergentes con políticas que emplean directrices u ordenes que quedan
al margen del Derecho Internacional, lo que produce inestabilidades mundiales
que repercuten en los ciudadanos. Las transformaciones que se han dado, debido a la inserción de los
Estados Europeos en entes supraestatales como es la Unión Europea o las
transformaciones constitucionales, que se han producido en los Estados de
Hispanoamérica, muchas de ellas marcados por largos períodos de dictaduras
militares, han marcado mucho estas tendencias de soberanía hacia el exterior.
Pero es que se pueden observar, diferentes modelos organizativos en el
mundo contemporáneo, pudiendo resaltar la globalización como la mundialización
de la política, buscando materias que han llevado a un mercado internacional, la mejora de las comunicaciones,
tendencias sociales y culturales más respetuosas con los ciudadanos y con el
Medio Ambiente, creación de entidades financieras (BM) que permite la
financiaciones de proyectos enriquecedores para todos, etc.
En estos entes supranacionales,
aparecen las características económicas, políticas y militares, pertenecientes
a los dos bloques (capitalista y socialista) y como consecuencia de ello, aparece
la existencia de un tercer mundo, con a la hegemonía de los EEUU como nuevo
imperialismo y otros Estados emergentes como Brasil, Rusia, India y China (conocidos
como los BRIC), la Unión Europea (UE), la Organización de Estados Americanos
(OEA), Mercosur y otros entes similares. Esto puede desprender secuelas torcidas
económico-laborales, grandes migraciones inesperadas, disminución del PIB,
mayor desempleo, aparición de movimientos políticos radicales, políticas de
intenciones con falsos hechos, etc.
Con todo ello se percibe el resurgimiento de fundamentalismos
religiosos, con consecuencias negativas, que son las que preocupa, como las
guerras tribales o terrorismo internacional. Todo ello formula una profunda crisis, como es el caso del papel
decisorio de la Organización de Naciones Unidas (ONU) hoy en día.
Todas estas reseñas a la supervivencia de ámbitos de desigualdad y
pobreza aparecen en esta globalización.
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