Para poder
formalizar una reflexión acreditativa sobre los que es las gobernanza
democrática en España, comenzamos por definirla, diciendo que es el concepto
novedoso y relativo, con origen a finales del siglo XX como paradigma o modelo
que intenta explicar los temas que infieren sobre los asuntos públicos frente a
otros modelos remotos. La gobernanza, en España, como neologismo de una
improvisada traducción del portugués, nos sitúa en la etapa actual, con
precedentes históricos del Estado Liberal de Derecho relativo a lo público, en cuanto que se empiezan a denotar estos
silogismos democráticos, procedentes de la primera Constitución Española, de
Cádiz (que cumple su CC efeméride este año), guiado, además, por el camino
hacia la independencia de los Estados Liberales de Latinoamérica (las actuales excolonias
españolas y portuguesas).
En este
Estado, español, que se ha transformado
en uno Liberal, de Derecho, se dan, por esa transformación de las potestades o
imperativos, referentes a materias públicas y que antes eran una propiedad de
excepción de los monarcas absolutos correspondientes, pues ahora pasarán a ser
de una facultad de entes legitimados en
el Estado de Derecho, implicando el absoluto sometimiento de las autoridades
políticas, al principio de legalidad, como una conquista tanto histórica como
irreversible. Aparece una fuerte correlación entre el Estado y su sociedad,
mientras que el Estado y el mercado se establecen separados e independientes.
El Estado de
Derecho se encarga de regular la vida social y economía sin una gran
intervención, configurando, así, un conglomerado de Derechos Políticos y
Civiles a título individual, hacia los ciudadanos. Que viene configurándose al
término de la Segunda Guerra Mundial como nacimiento del Estado Social o Estado
Asistencial, que lo configuraran diversos modelos o tipologías europeas
(modelos escandinavo, anglo-sajón, centro europeo, latino, siendo este último
el característico que se da en España y con una mayor aproximación a los países
latinoamericanos).
Con una
filosofía de la gobernanza, que va unida
y es posterior, a otro paradigma que es la gobernabilidad, como gobierno en
acción y que conduce hacia unos resultados, queda lejos del concepto que rodea esta
gobernabilidad, que venia a repercutir directamente sobre las mayorías
absolutas de los partidos políticos, o relacionarlos con la estabilidad
parlamentaria. La gobernabilidad es la idea a la que se le va a requerir que
cumpla con unos objetivos fijados, demandados por la ciudadanía a sus
gobernantes (como Administraciones Públicas). Pues bien, este pensamiento, nace
en los años setenta, como esa nueva gestión de las materias públicas que por
medio de una constancia y por el fin de mejorar, desemboca en la acción y en
los resultados. Estas ideas, provenientes de las Escuela de Chicago o conocidos
como Chicago Boys (que viene a denominar a los economistas educados en la Universidad de Chicago, bajo la dirección
de los estadounidenses Milton
Friedman y de Arnold Harberger) con unas
líneas de trabajo basadas en los resultados que se dan de los servicios que se
prestan por parte del Estado, a los ciudadanos; con un menor coste, se formulan
medidas que mejoran la eficiencia en el funcionamiento de las Administraciones
Públicas, y ya no sólo de su eficacia.
Crece una idea que se aparta de la
gobernabilidad existente tras la Segunda Guerra Mundial, y ahora sí, se va a
exigir más a los gobernantes, en pos de una calidad democrática que conduzca al
buen gobierno que repercuta directamente sobre los ciudadanos.
Pero
definiendo concretamente este concepto, y en lo que se refiere en el “Libro
Blanco de la Gobernanza Europea” sobre gobernanza, que la califica como el “arte
o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo
económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio
entre el Estado, la sociedad y el mercado de la economía”. Siendo la Real
Academia de la Lengua Española, en su sesión del 21 de diciembre de 2000, la que
también la formuló del mismo modo.
Así pues, la
gobernanza, como forma de gobernar, se diferencia de los anteriores modelos por
su novedad y sus características, que requiere de una experiencia hasta dar con
los resultados deseados, sobre las materias que trabaja buscando el fruto de un
desarrollo económico-social e institucional que realmente sea permanente en el
tiempo, sin olvidar de su naturaleza es complementaria. Sus efectos deben
perseguir el desarrollo en la relación con la sociedad civil, del capital
social y de los Derechos de los ciudadanos. Sabemos que la gobernanza no
aparece como una solución, sino que se trata de una nueva experimentación que
se va materializando sobre la explicación de lo público.
Compuesta de una
vocación a permanecer en el tiempo, y como instrumento del cambio institucional,
es plural, busca la economía y funciona como complemento del equilibrio entre
el Estado, la sociedad y el mercado y ser así esa estrategia del cambio. La
armonía integrada entre estos agentes, conduce a una nueva relación de entendimiento
de lo público con el llamado “tercer sector” como conjunto de entidades
ciudadanas de cualquier ámbito (ya sea ecológico-medioambiental, gremial,
vecinal, cultual, etc.), que demandará
su cometido a través de la participación ciudadana o de la participación de sus
miembros, llevando esa dirección tácita de la sociedad vertebradora, que exige
que toda gobernanza sea democrática de por se, y posea la capacidad de gobernar
y gestionar las demandas de la sociedad y la ciudadanía. Produciendo respuestas
institucionales desde el gobierno que, en teoría, debe estar conformado por las
elites que poseen cualidad y se encuentran preparadas para gobernar.
Estos gobernantes
actuales se les requiere que sean capaces de gobernar, y conformar gobiernos
preparados, capaces y democráticos que cuenten con la participación de los
ciudadanos. Estos políticos, deben de gestionar lo público como forma garantista
y transparente hacia la legalidad
jurídica en sentido de los ciudadanos
como fruto de las actuaciones en los intereses públicos.
La actual situación
de la gobernanza española como múltiple y compleja, reflexionada en una
situación de crisis económica y ciudadana, se presenta contra la incapacidad de respuesta en muchas de las cuestiones
que los ciudadanos, se formulan y aparecen como vital para la sociedad. Lo que
produce de la antipatía por los gobernantes, incapaces de gestionar de manera democrática y transparente en busca
de la eficacia del sector público, para alcanzar la complacencia de los
ciudadanos. Utilizando la gobernanza como la respuesta a los retos de las situaciones
que se viven en España, se podría haber construido un procesos que actúen
democráticamente sobre las instituciones político–administrativas. Hoy la
rendición de cuentas que se prevé en la gobernanza, en la que se pretende de
una explicación hacia la sociedad o lo referente a la toma de decisiones tras
el análisis que tiene que ser de capacidad reflexiva y nunca improvisada, nos
lleve a la acción última en lo público, se produce de forma abrupta debido a la
complejidad de la Administración Pública del Estado que se ha frustrado como
sistema.
Como se ha
hablado anteriormente, la participación ciudadana, como acercamiento de la
sociedad a lo público, hoy plantea ciertas perspectivas hacia los intereses
generados por los ciudadanos en el momento de participar en los asuntos que les
atañen o que sientan como interesados. Esta participación no es algo novedoso
(ya se materializaba en la Antigua Griega o en el Senado Romano), pero si
debemos citarlo con su nueva perspectiva adquirida y por su intensidad, pues
sin esta participación ciudadana, no hay sistema democrático real. La Partición
Ciudadana en el Estado Democrático de Derecho actual, se pone en marcha con el
sistema electoral, como primera manifestación de representación política y
participativa, mediante el sistema de partidos como representación de esa unión
en el Estado Democrático de Derecho.
Los partidos
políticos, que actúan como herramienta institucional participativa a través de
la cual, la sociedad civil se va a pronunciar,
para poder participar a través de éstos. Pues en el desarrollo del
sistema de partidos, está el ansiado (a través de siglos) sufragio universal
(aquí en España, por primera vez se da tiempos de la Segunda República, en el
año 1931). A finales del Siglo XIX, aparecen en España partidos de clase
obrera, en representación de la clase trabajadora, con ideas izquierdistas,
pero que alcanzarán una madurez tras aplicaciones y regularizaciones de todas
las ideologías (izquierdas y derechas) en políticas ciudadanas hasta llegar a
lo que son hoy en día. Si bien en los años ochenta, del pasado siglo, hubo un
proceso critico por no ser lo suficiente
representativo como sistemas de partidos. Consecuencia de esto, aparece una nueva
idea renovadora, que mediante reformas en las elecciones de sus miembros, sus
controles de cuentas, las democracias internas, transparencia, etc. consigue
que se reactiven y superen sus deficiencias. Pero hoy en día, aparece otra
crítica referente a los partidos políticos, y es que no han sabido mantener
esas reformas actualizadas e ir adaptándose a lo que la sociedad civil reclama
para que su formulación como herramienta de participación ciudadana funcione
con esa eficacia y fluidez.
Ello ha
llevado a que los ciudadanos no participen en el control del poder político,
que aunque muestren gran descontento social, sin participar en los asuntos
electorales mediante el sufragio, no harán efectiva sus críticas y no se
producirá ese control político. Cierto es que se busca la reformulación como
complemento a esta participación a través de referéndums, sondeos de opinión,
etc. pero no llegan a cumplir con sus expectativas participativas.
Tal vez, formular
nuevos y ya tastados sistema de participación, con un cambio de concepto de
castigo y premio hacia los políticos que erren, que no sean transparentes o que
no se ajusten al sistema democrático, y que ello conlleve a asumir
responsabilidades, y pueda significa, la petición de dimitir, inspirado en un
sistema ya probado y con, mayoritariamente, buenos resultados, como es la formula
canadiense (entre otros muchos).
Pero es el
los ayuntamientos dónde se hace más importante y directa la participación de
los ciudadanos, pues su cercanía los materializa. En los municipios, los
departamentos en los que radica la participación ciudadana, funcionan, como
servicio de petición y asignación de subvenciones a entidades ciudadanas o
asociaciones. Aunque ofrezca unos servicios complementarios, ya sea la
administración del Buzón Ciudadano, por ejemplo, no es lo suficiente
participativa o activa. Los ciudadanos se encuentran desaminamos y hoy no ven
un servicio de la administración, que repercuta en ellos, sino que
individualmente no los consideran útil, (piensan que no les hacen caso) y
colectivamente es una fabrica de “saraos.” Para atajar estas situaciones
existen otros modelos participativos, que tal vez sean interesante conocer,
exportar y traer sus experiencias, como el “Presupuesto participativo,” de
Latinoamérica, que va ha exigir de responsabilidades económicas y dónde esa
buena maquinaria hace que la ciudadanía crea en la democracia participativa.
Esta
democracia participativa, pone en marcha una serie de instituciones y
complementos, ya sean consultas populares, fundaciones movimientos ecologistas,
entes culturales, etc. Llevando a una filosofía que realza los valores de lo
público, como la ética pública o la ejemplaridad pública, dando, así respuesta
a la complejidad de la actual situación de verdadera intención participativa
ciudadana.
Recordar, que
a nivel supraestatal, desde España poco se puede participar en todo lo que atañe a la
sociedad, pues el cosmopolitismo, como participación ciudadana a nivel global,
no se puede practicar ni mucho menos controlar. Así pues, no podremos responder
a las cuestiones que se nos planteen como los responsables de la actual crisis
como problema exterior, a no ser que aparezca una posibilidad de controlar
verdaderamente un gobierno supraestatal internacional.
La
participación Ciudadana se da a todos los niveles, tanto territoriales, como de
diferentes características, como de intensidad y su fin debe ser la calidad y
la eficacia que repercuta directamente en beneficio de la ciudadanía.
Retomando
el concepto de la sociedad civil, se puede formular como la expresión del
conjunto de ciudadanos que forman parte del sistema político territorial, articulado
en diversidad de foros. Esta riqueza de lo social, pone de manifiesto que la
sociedad civil de cada Estado se una como la nueva protagonista en torno a la
relación existente, entre los conceptos, ya desarrollados, en los que se basa
en la participación ciudadana, como caracterización de que la gobernanza debe
ser democrática.
Esta
sociedad civil analiza como es la vida de un Estado, para ver su grado de
desarrollo en busca del interés social, con la correlación entre el sistema
político y el sistema social, evitando las fracturas sociales. Así se explica
la representación participativa y el buen gobierno, siendo éste el que busca
calidad, buena democracia para servir al ciudadano. En España, se necesita de que
esta sociedad civil actué de manera interesada, y utilice las herramientas ya
creadas, y dispuestas para ello, al servicio de los ciudadanos, con una
participación democrática e interesada, pues en el ciudadano radica su propio
interés o necesidad, en los acontecimientos y decisiones que se den en lo
público.
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